domingo, 15 de enero de 2017

EL GRAN SECRETO DE CRISTÓBAL COLÓN - Luis López Nieves


El Gran Secreto de Cristóbal Colón
por Luis López Nieves

Una flama negra danza sobre el agua
negra torre, negro vuelo, negro alfil.
Vanessa Drozz

El 11 de octubre de 1492, a las nueve de la noche, Cristóbal se encaramó al mástil principal de la Santa María, envolvió el brazo derecho en una soga gruesa para no perder el balance, y clavó la vista en el horizonte umbroso. Aunque no había luna llena, el recuerdo del tenaz sol de la tarde aún flotaba en el aire y le permitía ver las apacibles olas de la mar. Allí permaneció cuarenta y cinco minutos, sin apenas mover la cabeza ni cerrar los ojos. Algunos tripulantes levantaban la vista recelosa de vez en cuando, pero no estaban seguros de si meditaba, oraba o examinaba una y otra vez, como era su costumbre, el mismo punto del horizonte inacabable.

A las diez menos cuarto Cristóbal se secó el sudor de la frente y bajó a cubierta. Su rostro no reflejaba frustración, ira ni cansancio: sólo mucha sorpresa y un poco de inquietud. Colocó la mano distraída sobre el hombro del marinero suspicaz que se disponía a subir al palo en su lugar, pero no dijo palabra. Regresó al castillo de popa, encendió con dificultad una de las pocas velas que le quedaban, desenrolló sobre el escritorio un pequeño mapa antiguo y se dedicó a estudiarlo.

A los pocos minutos, exactamente a las diez de la noche, Cristóbal Colón se frotó los ojos cansados. Reposó el mentón en la palma de la mano y miró por la ventana. Creyó ver a lo lejos, en medio de la noche oscura, una lumbre que subía y bajaba como si alguien hiciera señas con una antorcha. El rostro se le calentó de golpe. Llamó al repostero de estrados Pedro Gutiérrez, lo sentó junto a sí y le preguntó si veía la lumbre. Gutiérrez se acercó a la ventana, sacó el cuerpo hasta la cintura y respondió que sí, que la veía. Cristóbal Colón entonces llamó a Rodrigo Sánchez de Segovia y le preguntó si veía la lumbre, pero éste dijo que no. Poco después la luz desapareció y nadie más pudo verla.

A las dos de la mañana, sin haber dormido un segundo, el capitán Colón todavía examinaba el mapa con una lupa. Las manchas de sudor de sus axilas, que no se habían secado en los últimos cuatro días, le bajaban por los costados de la camisa y le subían hasta la mitad de las mangas. El Capitán colocó el dedo sobre el mapa y lo movió a la izquierda lentamente; lo detuvo en medio de la mar, en algún punto a todas luces imaginario. Comenzaba a bajarlo hacia el suroeste cuando estalló, de pronto, el grito casi histérico de Rodrigo de Triana, vigía de la Pinta: “¡Tierra! ¡Tierra! ¡Tierra!”

Don Cristóbal Colón dejó de respirar: se puso de pie y golpeó el escritorio con el puño. En ese mismo instante hizo fuego el estrepitoso cañón lombardo de la Pinta, señal acordada para cuando se hallara tierra. Las naves restantes dispararon su propio cañonazo: las tripulaciones se despertaban y comenzaban a celebrar. Las campanas de la Niña, la Pinta y la Santa María repicaban a todo vuelo.

Don Cristóbal Colón salió a cubierta y ordenó al timonel que acercara la Santa María a la Pinta, donde Rodrigo de Triana contaba a la tripulación cómo había visto tierra por primera vez y le recordaba al capitán Martín Alonso Pinzón la recompensa de diez mil maravedís. La Niña se acopló a las otras dos naves y los marineros de las tres carabelas se unieron sobre la cubierta de la Pinta. Aunque eran las dos de la mañana y la noche era oscura, todos veían con sus propios ojos que no habían llegado al infierno ni al final del mundo, sino que estaban en una playa común y corriente, con arena, árboles y olas apacibles. El almirante don Cristóbal Colón ordenó arriar velas y esperar a que amaneciera. Impartió instrucciones de preparar el desembarco y luego regresó a la Santa María y se encerró en su camarote. Sacó del bolsillo una pequeña llave reluciente que aún no había tenido ocasión de usar en todo el viaje. Con ella abrió un baúl mediano, de madera oscura y perfumada, que tampoco había tenido motivo para abrir hasta hoy. Sacó una larga túnica de lana negra y la vistió por encima de su ropa de capitán. Sacó también unas botas nuevas, de cuero fulgente, que calzó tras quitarse las botas gastadas que había usado durante todo el viaje. Se lavó el rostro en una palangana de agua salada; luego se mojó el cabello blanco y lo peinó con los dedos.

Al abrir la puerta del camarote se encontró de frente con los marineros de las tres naos. Cuando vieron al nuevo almirante, envuelto en lana negra y con botas relucientes, se hincaron de rodillas: algunos lloraban de alegría, otros llevaban en los rostros el bochorno del amotinado arrepentido. El almirante don Cristóbal Colón los miró sin decir palabra.

—Capitán, perdónanos —dijo al fin un marinero flaco—. Fuimos desconfiados.

—Cantemos el Salve Regina —respondió don Cristóbal—. Luego preparaos para buscar víveres y agua.

Pocas horas después, al amanecer, el pequeño bote de remos llegaba a la playa con el almirante don Cristóbal Colón en la proa. Lo acompañaban, entre otros, los capitanes Martín Alonso Pinzón y Vicente Yáñez Pinzón. El flamante Virrey, con sus botas de cuero espléndido, fue el primero en saltar del bote y pisar las nuevas tierras de la reina de Castilla. Los maravillados acompañantes del descubridor seguían sus pasos de cerca.

A las nueve de la mañana las tripulaciones de las tres naves se habían bañado en la playa cristalina y descansaban sobre la arena blanca. El almirante de la Mar Océano hablaba con sus capitanes bajo la sombra de un árbol extraño, cuyo fruto olía a perfume y tenía forma de corazón. De pronto, cinco indios desnudos salieron de la arboleda. Cuatro eran jóvenes y robustos; el quinto, mucho más viejo, caminaba con la ayuda de un palo. Los jóvenes traían papagayos, hilo de algodón en ovillos y azagayas. Al ver a estas criaturas que irrumpían de repente en la playa, los marineros se alarmaron y corrieron a buscar sus espadas. Don Cristóbal Colón se acercó con prisa, ordenó la calma entre sus hombres y luego caminó lentamente hasta los indios asombrados. Cuando se detuvo frente a ellos los jóvenes lo miraron con extrañeza, pero el viejo, apoyándose del brazo de uno de los muchachos, se puso de rodillas con mucho trabajo. Luego bajó la cabeza en señal de respeto y le dijo a don Cristóbal Colón en voz baja, en una lengua que ningún español pudo comprender:


—¡Maestro, al fin has regresado!
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Biografía del autor:
Luis López Nieves (1950) es doctor en Literatura Comparada por la Universidad del Estado de Nueva York en Stony Brook. En el año 2004 fundó el primer programa de Maestría en Creación Literaria de América Latina, en la Universidad del Sagrado Corazón (San Juan de Puerto Rico), el cual dirige. En el 2007 esta casa de estudios lo nombró “Escritor Residente”. Se introdujo en el ambiente literario en 1984 con la publicación de Seva, relato histórico que se convirtió rápidamente en uno de los mayores éxitos literarios de Puerto Rico. Además, creó y dio a conocer una nueva modalidad literaria a la que denominó “historia trocada”. En 1987 publicó el libro de relatos Escribir para Rafa; en el año 2000 el libro de cuentos históricos La verdadera muerte de Juan Ponce de León le hizo merecer el Primer Premio del Instituto de Literatura Puertorriqueña (Premio Nacional de Literatura), el reconocimiento literario más importante de su país. En 2005 el Grupo Editorial Norma publicó su novela El corazón de Voltaire, narración innovadora redactada enteramente por medio de correos electrónicos. El Instituto de Literatura Puertorriqueña estableció un precedente al otorgarle a López Nieves el Premio Nacional por segunda vez y proclamar El corazón de Voltaire “el mejor libro de 2005”. En 2009 salió a la luz El silencio de Galileo, su novela más reciente, que fue premiada por el Instituto de Literatura como la mejor novela de 2009. Asimismo, su obra ha sido traducida a diferentes idiomas y varios de sus cuentos pueden encontrarse en diversas antologías como El cuento hispanoamericano (Seymour Menton, FCE, México), El cuento hispanoamericano en el siglo XX (Fernando Burgos, Editorial Castalia, España), El muro y la intemperie (Julio Ortega, Ediciones del Norte, Estados Unidos), Cuentos para ahuyentar el turismo (Vitalina Alfonso y Emilio Jorge Rodríguez, Editorial Arte y Literatura, Cuba), Antología panamericana (Stéphane Chao, Editora Record, Río de Janeiro/São Paulo, Brasil) y Cincuenta cuentos breves (Miguel Díez R. y Paz Díez Taboada, Cátedra, España). Adicionalmente, en 1995 fundó la Biblioteca Digital Ciudad Seva (ciudadSeva.com), portal de internet que cuenta con una selecta colección de miles de cuentos y poemas clásicos y que ha dirigido hasta hoy. El cuento que aquí comparto ha sido tomado de su libro La verdadera muerte de Juan Ponce de León.
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https://leamoscuentosycronicas.blogspot.pe/2017/01/el-gran-secreto-de-cristobal-colon.html?spref=bl

sábado, 14 de enero de 2017

Gran Compositor Musical: Gustavo Santaolalla


Gustavo Alfredo Santaolalla
Nació en El Palomar19 de agosto de 1951. Es un compositormúsico y productor musicalargentino ganador dos veces del Premio Oscar que entrega la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de Hollywood, por su labor de compositor musical.
Todo el trabajo de Santaolalla ha combinado elementos de música rockfolkpopnew wave, ritmos africanos y música popular latinoamericana. En los años setenta, lideró la banda Arco Iris, una de las pioneras del «rock nacional argentino» en experimentar en sonoridades.
En los años noventa, su producción con diversos artistas fue clave en el boom del rock latinoamericano de la época. Un fenómeno que llevó al género a un nivel inédito hasta ese momento en calidad y resonancia.
Hoy en día, es uno de los músicos y productores más premiados y reconocidos del continente.
Biografía:
Su carrera profesional de música empezó en 1967 cuando tenía dieciséis años y funda el grupo Arco Iris, una banda argentina que amalgamó rock y música tradicional argentina en cooperación con ‘rock nacional’. La banda también era parte de una comunidad de yoga guiada por Dana Winnycka y su compañero Ara Tokatlian. Su primer éxito, Blues de Dana, canción ganadora del Festival Beat de la Canción Internacional de Mar del Plata de 1970, estaba dedicado a ella.
Desde 1969, Gustavo mantiene una relación de amistad con León Gieco a quien incluso lo acompañó como productor del álbum De Ushuaia a La Quiaca. También mantiene una relación de amistad con Charly García, quien participó de la fiesta que se le organizó en Argentina, para la celebración del premio Óscar.
Siendo aún un adolescente, se enamoró de Dana, una mujer trece años mayor que él y le dedicó varias de sus canciones de entonces como ¿Quién es esa chica? (1970). Sin embargo, los requisitos estrictos que Dana imponía a la comunidad (prohibición de carne, alcohol, drogas, y especialmente el sexo), llevaron a la ruptura de la comunidad y de la banda en 1975. Un año después, formó Soluna, donde tocó con el pianista y cantante Alejandro Lerner y su novia (por ese entonces) Mónica Campins. Juntos grabaron sólo un álbum (Energía Natural, con Charly García, Mauricio Veber y Rody Ziliani como invitados 1977).


Ya en los años noventa, Santaolalla se volvió un apellido clave durante la explosión del rock latino de aquel momento, siendo productor musical de importantes bandas y artistas del continente como CaifanesMaldita VecindadLos PrisionerosCafé TacubaDivididosFobiaMolotovBersuit VergarabatJulieta VenegasJuanesJorge DrexlerLa Vela PuercaÁrbolPuya, entre otros, cuyos discos producidos por él se han ganado un lugar dentro de los mejores del rock en español y han dado forma a un mapa continental de música alternativa. Según cuenta el mismo Gustavo, todos los discos que él ha producido han sido de músicos que han vertido una identidad en sus canciones y eso se relaciona con la búsqueda que ha hecho él mismo en la música.Como consecuencia de la censura y las limitaciones artísticas en Argentina durante la última dictadura militar, Gustavo emigró en 1978 a Los Ángeles, California, ciudad que sería clave en su carrera (y donde reside hasta el día de hoy). Durante sus primeros tiempos en Estados Unidos, adopta en su trabajo un sonido más acorde a la música under de esos años, como el punk y el new wave y formó la banda Wet Picnic con quien sería en adelante su gran compañero de trabajo: el también argentino Aníbal Kerpel (ex Crucis). En sus periódicos viajes a la Argentina, produjo el exitoso álbum de León Gieco Pensar en nada (1980) y editó su primer álbum solista, titulado simplemente Santaolalla, cuyo corte de difusión fue la rockera canción "Ando rodando", que se convirtió en un notable éxito de difusión en las radios, posicionándose en un lugar destacado dentro de la historia del rock argentino.
En esa misma década, Gustavo publicó nuevas producciones en solitario: GAS (1995) y Ronroco (1998). Este último fue un disco de temas instrumentales, tocados principalmente con el instrumento andino que le da el título. Curiosamente, no se editó en Argentina y técnicamente su promoción fue nula; ni siquiera fue presentado en vivo debido a que Santaolalla no tenía tiempo en medio de tantos proyectos. No obstante, Ronroco acabó una producción elogiada por la crítica y un material de culto en la actualidad. Este material acercaría profesionalmente a Gustavo al mundo del cine, ya que el director Michael Mann decide incluir un tema de susodicho álbum para la banda sonora del filme The Insider.
A partir de ese momento, Santaoallla se dedicaría de lleno a la producción de bandas sonoras de películas como Amores Perros21 gramos o Diarios de motocicleta. Trabajó en la parte instrumental de la banda sonora de la película Brokeback Mountain por la cual ganó el Óscar en 2006. De esta banda sonora, A Love That Will Never Grow Old ganó el Globo de Oro a la mejor canción. También ha ganado un Premio BAFTA por Diarios de motocicleta y otro por Babel, por la cual recibió el Óscar por segunda vez consecutiva en 2007. Hasta se rumoreó que Nelly Furtado pensó en él para la producción de su nuevo álbum completamente en español.
En 2008, participó en el MTV Unplugged de Julieta Venegas, donde tocó el banjo en la canción «Algún día». Ya antes, en 1995, había participado en el Unplugged de Café Tacuba, como músico invitado en dos canciones.
Creó la banda sonora del galardonado videojuego de disparos en tercera persona del género videojuego de terror y acción-aventuraThe Last of Us, desarrollado por Naughty Dog de manera exclusiva para PlayStation 3.
El 8 de julio de 2014, Gustavo dio a conocer su nueva producción en solitario: Camino, compuesto de 13 temas instrumentales -entre ellos The journey que ya venía presentando con anterioridad- y que, según palabras de su propio autor, es la continuación del álbum Ronroco. Desde el 2001 integra y es cofundador de Bajofondo. (Wikipedia)
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https://es.wikipedia.org/wiki/Gustavo_Santaolalla
https://www.youtube.com/watch?v=pEdhYYTp7lc
https://www.youtube.com/watch?v=LVHJ_yYNJsU


Tema de la película "Secreto en la Montaña" (Brokeback Mountain):

miércoles, 4 de enero de 2017

Poema de Thomas Stearns Eliot: Los Hombres Huecos


T. S. Eliot
(Missouri, USA, 1888-Londes, 1965)

LOS HOMBRES HUECOS (1925)
Un penique para el viejo Guy

I
Somos los hombres huecos
Somos los atestados
Que yacen juntos.
Cabezal henchido de paja. ¡Ay!
Nuestras voces secas, cuando
Susurramos juntos,
Son calladas y sin sentido
Como viento en yerba seca
O patas de rata sobre vidrio roto
En nuestro sótano seco.

Horma sin forma, sombra sin color,
Fuerza paralizada, ademán sin movimiento.

Los que han cruzado
Con ojos directos, al otro reino de la muerte
Nos recuerdan -si acaso- no como extraviadas
Almas violentas, sino sólo
Como los hombres huecos
Los atestados.
II
Ojos que no me atrevo a ver soñar
En el reino de sueño de la muerte
Ellos no aparecen:
Allá, los ojos son
Sol sobre una columna rota
Allá, un árbol hay que oscila
Y hay voces
Que cantan en el viento
Más distantes y solemnes
Que una estrella fugaz.

Dejadme estar no más cerca
En el reino de sueño de la muerte
Dejadme así vestir
Tan adredes disfraces
Abrigo de rata, cuero de cuervo, desfondos cruzados
En un campo
Obrando como el aire obra
No más cerca
No ese final encuentro
En el reino sombrío.
III
Esta es la tierra muerta
Esta es tierra de cactus
Aquí las imágenes de la piedra
Son alzadas, aquí reciben
La súplica en la mano del cadáver
Debajo de los guiños de una estrega fugaz.

Es así como esto
En el otro reino de la muerte
Solos caminamos
A la hora en la que somos
Temblando con ternura
Labios que besarían
Desde plegarias hasta piedras rotas.
IV
Los ojos no están aquí
No hay ojos aquí
En este valle de estrellas que mueren
En este valle hueco
Esta rota mane mandíbula de nuestros reinos perdidos

En este último lugar de las reuniones
Nos congregamos
Y nos callamos
Plegados en la margen del crecido río

Ciegos, aunque
los ojos reaparezcan
Como perpetua estrella
Rosa multifoliada
Del reino sombrío de la muerte
La sola esperanza
De hombres huecos.
V
Vamos rodeando la tuna
Una tuna, una tuna
Vamos rodeando la tuna
A las cinco de la madrugada.
Entre la idea
Y la realidad
Entre los actos
Y el ademán
Cae la sombra
Porque Tuyo es el reino
Entre el concepto
Y la creación
Entre la emoción
Y la respuesta
Cae la sombra
La vida es muy larga
Entre el deseo
Y el espasmo
Entre la potencia
Y la existencia
Entre la esencia
Y el descenso
Cae la sombra
Porque Tuyo es el reino
Porque Tuya es
La vida es
Porque Tuyo es el
Y así se acaba el mundo
Y así se acaba el mundo
Y así se acaba el mundo
No con un estallar, con un sollozo.

 (Traducción: Julio Hubard)


Fuente: Lengua y Literatura EMEI

Biografía:
(Thomas Stearns Eliot, conocido como T. S. Eliot; Saint Louis, 1888 - Londres, 1965) Poeta, dramaturgo y crítico inglés. Cuando pasó a estudiar a la Universidad de Harvard, Eliot realizó numerosas lecturas típicas, más de lo que vulgarmente se cree, de la Boston culta de los años anteriores a la primera Guerra Mundial: Henry James, Donne y los metafísicos, Browning, Dante y el teatro isabelino. A ellas se añadió en 1908 el libro de Arthur Symons, The symbolist Movement in Literature, que le llevó al conocimiento de los "poètes maudits", en particular de Laforgue y Corbière.
T. S. Eliot

Tales lecturas ejercieron una influencia formativa en la técnica de Eliot. Aprendió de James la precisión en el léxico, así como la seguridad de que la poesía debe escribirse con idéntico cuidado que la mejor prosa; de Browning recibió la forma del monólogo dramático, y de Laforgue los rápidos tránsitos de una a otra idea mediante las asociaciones y la mezcla de vocablos insólitos con una ordenación simple del discurso; el estudio de la poesía metafísica le proporcionó una versión moderna del "concepto" metafísico, el vínculo entre pensamientos y objetos dispares, y la costumbre del estilo directo y del lenguaje hablado; en los isabelinos del último período se inspiró para la forma del verso, flexible y con frecuentes encabalgamientos. Dante le enseñó la naturaleza exacta, escueta y evidente de las imágenes.
La familiaridad de Eliot con los simbolistas franceses aumentó a raíz de su viaje de 1911 a Europa, donde estudió primeramente en la Sorbona y luego en Oxford. En Inglaterra trabajó durante algún tiempo como empleado de banca; sin embargo, pronto se dedicó exclusivamente a la literatura. En su primera obra poética, El canto de amor de J. Alfred Prufrock (The Love Song of J. Alfred Prufrock, 1917), resulta evidente la influencia francesa, en particular la de Laforgue. A pesar de ello y de la afinidad de su monólogo dramático con el de algunos pequeños poemas de Robert Browning, como por ejemplo My Last Duchess, en la citada composición Eliot rompe con la tradición de la poesía propia del siglo XIX, por lo menos en cuanto a la supresión de los elementos "poéticos".
Por aquel entonces residía en Londres Ezra Pound, gran animador de movimientos literarios y de poetas jóvenes. Con él estableció contacto Eliot, quien, después de Poems (1919), en los que resuenan todavía algunos ecos de la poesía francesa, publicó aquel mismo año Ara vos prec, donde la influencia de la lírica provenzal y del "stil novo" italiano constituye precisamente el resultado de las relaciones con Pound. A éste debe también nuestro autor su vínculo con el filósofo inglés T. E. Hulme, quien influyó en la formación crítica de Eliot.
Su afán de encontrar un medio técnico adecuado le llevó a componer otro pequeño poema, Gerontion (1920); en él, el movimiento de los versos retrocede y logra superar, como no consiguiera ni el propio Swinburne, la barrera Milton-Tennyson del "blank verse", además de inspirarse en el Shakespeare de la última época, Middleton y Webster. Si hasta entonces la obra de Eliot había representado el anhelo de encontrarse a sí mismo, el espectáculo del desorden espiritual ocasionado por la guerra ayudó a nuestro poeta a reconocer sus exigencias más genuinas, a lograr la realización del citado afán y a considerar implícitamente en esta realidad el caos interno y literario en el que se hallaban sumidas, entre la disgregación de todos los valores del espíritu, las manifestaciones extremas del Romanticismo.
Tal estado de ánimo aparece expresado en el pequeño poema Tierra yerma (The Waste Land), que en 1922 señaló la consecución de la madurez artística de su autor. Ya en el poema Gerontion, cuyos personajes y acontecimientos quedan reunidos en el espíritu del Anciano, había hecho presentir esta otra obrita, en la cual el movimiento del mundo en el espacio y el tiempo se concreta y unifica en Tiresias. La reacción de Eliot contra el desorden romántico se expresa en su renuncia a considerar la poesía como una efusión individual. Y así, trasladado el valor desde los sentimientos a la idea que de ellos se forja el poeta, enunció su teoría del objetivo correlativo: serie de objetos, situación o sucesión de hechos, fórmula de aquella emoción "particular", que debe ser evocada inmediatamente una vez los acontecimientos externos han sido orientados hacia una experiencia sensoria.
Este principio, en el que queda evidentemente manifestada una exigencia de imparcialidad y orden, es el origen del complejo de alusiones y símbolos característico de Tierra yerma, cuyos temas dominantes son el vacío y la futilidad de una existencia sin fe, o privada, por lo menos, de un punto fijo de referencia, y la concepción de la muerte como camino hacia la verdadera vida. Al espectáculo revelado por el poema y al desconsolador estado de ánimo a que daba lugar, opuso Eliot al cabo de poco tiempo la certidumbre de las creencias religiosas; y así, en 1927, o sea el mismo año en que adquirió la nacionalidad británica, se adhirió a la rama anglocatólica de la Iglesia anglicana.
Con esta orientación, el poeta se interesó cada vez más en el problema de las relaciones entre las apariencias materiales y la realidad espiritual. Fruto de ello fue en 1930 el pequeño poema Miércoles de ceniza (Ash-Wednesday), en el que predominan motivos de purificación y redención en la duda entre un estado de ánimo sereno y resignado alcanzado sólo a veces y las reapariciones de una angustia de incertidumbre y debate; se trata, en esencia, de la lamentación por una fe todavía imperfecta, pero también, al mismo tiempo, de la tendencia a "elaborar algo de que alegrarse".
A lo largo de una línea más propiamente poética aparecieron luego los Cuatro cuartetos (Four Quartets), compuestos entre 1935 y 1942 y en los que la continuidad de la experiencia en el tiempo y fuera de él y la redención a través de éste integran algunos de los temas dominantes. El motivo de la salvación en el tiempo se da asimismo en la segunda de sus obras dramáticas, Reunión de familia, escrita por aquellos mismos años.
Desde Las lides de Sweeney (Sweeney Agonists, 1932), Eliot había llevado a cabo ensayos de verso y lenguaje dramáticos mediante el ritmo rápido y sincopado del diálogo; en 1934 realizó un nuevo experimento con los coros escritos para la representación sacra La roca (The Rock), en la que la brevedad y las síncopas se ven reemplazadas por una amplia cadencia de versículos bíblicos. En 1935, finalmente, se representó Asesinato en la catedral. En síntesis, cabe afirmar que Ash-Wednesday expresa la búsqueda del destino propio, y la última obra citada, la aceptación activa y lúcidamente consciente del mismo. La indagación aparece reanudada en The Family Reunion.
Al doble tema volvió Eliot con The Cocktail Party (1950) y El secretario de confianza (1954), donde trata de unir los dos momentos del anhelo y la resignación para obtener, con el tránsito de uno a otro, la acción necesaria a la obra dramática. Existe, pues, en este autor una continuidad de evolución entre los textos poéticos y los de carácter teatral, lo mismo que en el afán por hallar un verso libre y el de un nuevo lenguaje propio de la poesía. Sin embargo, precisamente este vínculo, que hace íntimamente dramáticas algunas de sus obras poéticas, da, en cambio, a los dramas de Eliot un aspecto poco teatral.
Nuestro autor se halla situado en la línea principal de los poetas-críticos ingleses, que, a través de Dryden, Pope y el doctor Johnsan, va desde Ben Jonson hasta Arnold, otro de los escritores que han influido en él. No sería posible analizar sus métodos poéticos sin tener en cuenta sus normas. A pesar de los estudios filosóficos de los años de juventud, Eliot no es, sustancialmente, un crítico teórico, sino el artista que escribe acerca de la poesía propia y ajena; sus observaciones más importantes nacen precisamente del análisis detallado de la obra de otros poetas. El premio Nobel que se le concedió en 1948 lo confirmó como el mejor de los autores poéticos ingleses contemporáneos. Supo, en efecto, dar nueva expresión a la inquietud espiritual de su tiempo, el nuestro, y reaccionar, al menos en cuanto a su persona, gracias al hallazgo de un camino orgánico hacia "algo de que alegrarse".
Entre sus últimas obras cabe citar: On Poetry and Poets (De la poesía y de los poetas), de 1957; el drama El viejo estadista (The Elder Statesman, 1958); la publicación, en 1963, de una selección personal de su obra poética bajo el título Poesías (Collected Poems 1909-1962) que ha conocido un gran número de reediciones y traducciones; y Ensayos, publicada en 1965, que comprende toda su labor crítica. (Biografías y Vidas, La Enciclopedia Biográfica en Línea)
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http://www.biografiasyvidas.com/biografia/e/eliot.htm
http://lylemei.blogspot.pe/p/un-poema.html

La viralidad de la risa

Interesante reflexión sobre la risa, entre una risa desesperada, incomprensible e insegura o "una risa [que] es afirmación de la vida...